lunes, 19 de febrero de 2018

Mi historia. (Decimoquinta parte). Volví a caer en la tentación.


  Retomemos la historia. Nos aproximamos con un rumbo cuasi imperturbable a sus coletazos finales. Aquella temporada 2016 dejo, sin duda,  algo más que un sabor amargo, para que negarlo. Comenzaba una lucha personal con la propia colombofília. Un conflicto que aun hoy sigue en liza en mi interior. Una cuestión que retumba en mis adentros: ¿Merece la pena seguir? Todavía suena el eco en mi cabeza.

El verano transcurrió, y parte de aquella frustración quedó en el olvido. El 2017 se presentaba todavía más definido en cuanto a mis intenciones. Visto que el panorama estaba perfectamente perfilado, y que el "hombre orquesta" ya no sólo hacía lo que quería, sino que incluso se jactaba de ello, no me quedó más remedio que redefinir mis objetivos y seguir la fila.
Marbella era mi horizonte, pero esta vez en serio. Sin historias, al menos eso pensaba yo en aquellos momentos. Aquella suelta bien me merecía seguir soñando.

Comencemos. A finales del 2016, mediados de Diciembre, debíamos entregar la lista con las palomas que íbamos a volar. Así que me fui a Mallorca con el mismo empeño y energías de siempre. Allí, como en cada Mallorca a pelo oficial, cené con unos amigos y charlamos de palomas hasta tarde. A la mañana siguiente,  Lluc me acompañó a soltarlas desde Inca. Lo hicimos de tres en tres. Se orientaban maravillosamente bien en pocos segundos. No recuerdo en estos momentos las cifras, pero el resultado fue muy bueno, por encima del 80%.

Ya en Enero, en el 4º o 5º Inca me reincorporé con el club. Y la historia se repitió como en un eterno y jodido bucle. Primer península y ya estaba situado en primer lugar en la clasificación. Otra vez, el ángel y el demonio charlaban conmigo, susurrándome cada uno de ellos sus propios planes,  asesorándome en mis próximos movimientos. No tenía dudas, o al menos, no creía  tenerlas. Mi objetivo era nítido: Marbella.

  Retrocedamos unos meses en el tiempo. En el año 2016, un colombófilo de Binissalem (Mallorca) me cogió una paloma en plena temporada y me llamó por teléfono para comunicármelo. Me la cuido, y se la entrego a Ignacio Ramos (nuestro comboyer) para que éste me la hiciera llegar junto a otras palomas de otros socios recuperadas en Mallorca. En las idas y venidas de Ignacio con motivo de los enjaules,  se produce un flujo de ida y vuelta de recuperación de animales. Debo decir que en tantos años de practica colombófila me han devuelto poquísimas palomas, pero alguna vez sí ha sucedido.
Nos comunican por WhatsApp que las palomas recuperadas están en el Club. Me acerco, y sorpresa. ¡Mi paloma no está!. Poco a poco, caigo en que no es un error. Alguien se la había llevado. Nunca más se supo. 
La verdad es que no monté en cólera. Las palomas perdidas no son santo de mi devoción. Negar lo contrario sería mentir, pero eso no quita que sintiera vergüenza ajena. Obviamente, si esto le hubiera sucedido especialmente a "otros", con nombres y apellidos, se habría montado una gorda. Al ser yo...
Sentí lástima, algo extraño rondaba por mi cabeza, como cuando sabes que  ya no perteneces a algo en lo que sí creías.
Con respecto a la paloma, tenía mis sospechas de quien podía haber sido, que se confirmaron en el 2017, cuando un socio, dando de alta sus pichones y pasándolos por el reloj, sonó el pitido de un osado y no esperado chip. A éste se le ocurrió pitar: Pablo, se podía leer en el ordenador. Paloma perteneciente a Pablo Suárez. 
La persona que me había ROBADO la paloma el año anterior, decidió aprovechar también el chip, pero cometió el descuido de ponérselo a un pichón de los suyos un año más tarde.
 ¿Qué hice? No, no hice nada.¿Conflictivo yo? No, para nada. Medí mis impulsos emocionales y las consecuencias de aquello, y no, lo cierto es que no me merecía la pena.  

Regresemos al corazón del capítulo de hoy. Seguían avanzando las sueltas de fondo, y todo iba como la seda. Las palomas estaban en modo mágico. Unos números asombrosos. Aquel receso de los años 2013 y 2014 ya estaba equilibrado. Disponía de un equipo muy potente. 
En el primer Ibiza me llaman desde Mallorca para decirme que en la suelta de Ibiza que habíamos realizado una semana antes, me habían recuperado un macho con herida de halcón, sin tras ala en las dos alas, y con una herida en el pecho ya con buena pinta. Y sí, efectivamente, la paloma resultó ser mía. Era un macho marcado de gran fondo del año anterior, que finalmente resultó ser el padre de Inesperada meses después.

Me dirigí al club porque teníamos enjaule. Ignacio había traído palomas recuperadas, y entre ellas estaba ese macho. Al llegar, pregunté dónde estaban las palomas recuperadas, y claro,  ese macho en concreto. La gente miraba para otro lado. ¿Queeeé? Un socio me lo había soltado en la misma puerta del club, ya con el día en modo noche cerrada, justo unos instantes antes de que yo llegara. 
 Resulta que ese socio me había dado unas anillas que le sobraban hacía dos veranos, y él, al no reconocer al macho, no se le ocurrió otra cosa que soltarlo. Sea como fuere, y fuera aquella justificación cierta o no, mi enfado, otra vez medido, fue mayúsculo. ¿Qué coño le pasa a la gente? Soltar una paloma que no puede volar de noche, sin trasala desorientada, ¡¡¡de noche!!!.  Si contara quien es, más de uno os llevarías las manos a la cabeza. A la mañana siguiente, afortunadamente el macho apareció en el tejado de mi casa. No se levantaba un palmo del suelo, de aquellas situaciones en las que te ves incapaz de darle una explicación convincente del cómo lo logró. Sucedió tal y como os narro. Guardo un video del estado del macho, recién llegado. Mi convivencia en esas circunstancias era para mi un suplicio.

 Aparquemos por un instante el desarrollo de este decimoquinto capítulo para incluir en él, algo que leí la semana pasada y que me viene que ni pintado. Leyendo mi "prensa diaria" me encuentro con esto en el foro de Márquez: 



Jusué y yo en la actualidad, simplemente no tenemos relación, ni buena ni mala. Cada uno a lo suyo. Respeto enormemente el amor que profesa por la colombófila. Luego, como todo, podré estar de acuerdo con él o no, pero soy de la opinión, que poder expresarse es algo que habla de la buena salud de una sociedad. Fijaos lo que pone en la fotografía. Resulta increíble, pero yo le entiendo perfectamente. Si Juanjo hubiera tenido mis resultados creo que ya no estaría volando palomas. Tal cual lo digo.
Mi opinión es que él debería poder compartir, y narrar aquello que le va pasando, ¿por qué no? Pues, a los hechos me remito, parece que aquí se impone la ley del silencio. Mi gran problema es que no sé callarme. Juanjo, en cierto modo es otro al que han ido arrinconando año a año.
 El problema de raíz, es que yo no observo nada malo en contar tus propias experiencias. Sin duda, enriquece expresarse en libertad.
En muchos de mis escritos, o en todos si queréis, puedo parecer pedante, ególatra y presumido, pero debéis tener en cuenta que están redactados con algo de sobrexposición, para que moleste a los que les pica. ¿Por qué? Por la sencilla razón que he venido aguantando mil y una putadas como habéis podido leer, y mi única forma de responder , ha sido esa.  Sacando brillo a mis innumerables éxitos. Sin faltar a la verdad, con sinceridad pero de cara. No como ellos. Y eso , es algo que ellos, detestan. ¿Quienes? Todos aquellos a los que he ido nombrando en esta historia.

Me vuelvo a desviar , vaya por dios. Prosigamos con el relato. 
La temporada, siendo sincero, tenía pinta de las de siempre, buenísima. De hecho superábamos el ecuador, con ya dos grandes fondos del 20%, y mis palomas estaban en un estado superior, de esos que anhelas cada principio de temporada. De hecho en el tercer Baza, que fue una suelta del 16%, por la tarde  del segundo día se corto. El viento giro a levante, viento de cara, y en esas condiciones resultaba dificilísimo marcar una paloma. Pues bien, me entraron tres palomas esa tarde. No llegó nada más en la isla. Estaban muy fuertes. Todo el trabajo estaba perfectamente calibrado. 

  Y así, de este modo, semana a semana, llegó la gran cita. La del enjaule de Marbella. Mi objetivo estaba intacto. Cargado de palomas, porque mis pérdidas habían sido las previsibles. Me había ganado el "bonus" de arriesgar más que nadie. 
A la mayoría les cuesta pasarlas de Mallorca e Ibiza. Al final todas las palomas están destinadas a perderse, pero el cómo, es sumamente importante.
Iba primero en todas las clasificaciones, y con las palomas creciendo en un maravilloso estado de forma. Nada, absolutamente nada, porque en el pasado no me había sucedido algo parecido, hacía presagiar lo que continuación estaba a punto de sucederme....

(Continuará...)



PabS.

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